El Proyecto de Ley que prohíbe absolutamente el uso del burka en Francia ha pasado el filtro del Gobierno francés. Tras una primera votación unánime en la Asamblea Nacional, el proyecto será debatido de nuevo a primeros del mes de julio. Si el proyecto no encuentra ningún escollo parlamentario, la ley entrará en vigor en la primavera de 2011.
La ley que prohíbe el uso del burka en los espacios públicos, establece penas de cárcel y hasta multas de 15.000 euros a quienes instiguen a las mujeres mediante violencia, amenaza o abuso de poder o autoridad. Esta medida no es un pronunciamiento administrativo sobre los usos y costumbres a la hora del vestir, ni tampoco un capricho intervencionista de las instituciones francesas. Es impensable que la Asamblea Nacional osara prohibir a las mujeres indias el uso del sari o a las mujeres africanas el uso de sus coloristas túnicas. Pero el caso del burka es distinto.
Hasta el momento, sólo Bélgica y Francia han querido entrar en esta cuestión pero seguramente, tarde o temprano tendrán que hacerlo el resto de Gobiernos del mundo occidental. Nadie puede decir que el burka sea una expresión cultural, ni mucho menos religiosa. En realidad se trata de un atentado contra la dignidad y la integridad de la mujer a la que se fuerza a cubrirse de un pesado manto obligándola así a renunciar a su personalidad propia y original. No caigamos en la trampa de las excepciones culturales, cuando, como en el caso del burka, de lo que se trata, ni más ni menos, es de ocultar y castigar la belleza y el genio femenino.
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