El próximo día diez el presidente del Gobierno, JL. Rdríguez Zapatero, se va a entrevistar con el Papa Benedicto XVI, para hablar sobre la reforma de la Ley de Libertad Religiosa, que ambas partes, Estado e Iglesia, están preparando y quieren consensuar. Esto es positivo y una exigencia del tiempo secularizado y globalizado de hoy.
El fenómeno de las migraciones hacen necesaria esta reforma con urgencia, porque hoy conviven en nuestro país múltiples confesiones religiosas, que han acelerado y justificado la existencia del Estado laico ya implantado en nuestro país. Eso no quiere decir que tenga que ser ateo, sino simplemente a confesional. Aunque pueda parecer una contradicción, es la mejor manera de proteger a las diferentes confesiones y los derechos de los ciudadanos a expresar públicamente sus sentimientos religiosos, que forman parte de los derechos del hombre.
La Iglesia católica, que hasta hace poco tiempo era la única religión existente en España, ha de acostumbrarse a convivir ecumenicamente con las distintas confesiones de los inmigrantes, sin exigir privilegio alguno por ser ella la religión mayoritaria. Eso sería lo más evangélico y plausible, puesto que Dios es uno mismo para todos. Esta actitud de la Iglesia favorecería y enriquecería la libertad religiosa. En este sentido el Ecumenismo del Vaticano y el Movimiento Ecuménico español deberían tener protagonismo en la reforma de la ley y no limitarla sólo al ámbito jurídico.
Para comprender todo esto hay que decir que la "libertad cristiana se recibe como un don y se sufre más que se aprende". No se la posee de una vez para siempre, continuamente nos transforma. La historia de la libertad cristiana es en este sentido "un viacrucis al que las Iglesias deberían volver la mirada con más vergüenza que orgullo". En definitiva, es una vocación a la que se puede responder o no responer.
San Pablo fue especialmente sensible a ella una vez que decidió seguir los pasos de Jesús, porque consideraba que libertad y evangelio están muy unidos. Su carta a los Gálatas puede considerarse como el "evangelio de la libertad cristiana". El evangelio, al contrario de lo que sucede con una doctrina, una filosofía o una ciencia, que tienen marcados unos principios conocidos, es una palabra de Dios aquí y ahora al hombre, una novedad que produce en él un cambio radical en la concepción de Dios y de sí mismo.
Por su defensa a ultranza de la libertad fue muy conflictiva la obra evangelizadora de Pablo. Cuando llegaba a una ciudad inmediatamente provocaba divisiones. Pero nunca se dejó intimidar porque su anuncio del evangelio fuera conflictivo, la libertad que poseía se lo impedía. A tan magna empresa Pablo no duda en llamar a los gentiles, a los que no pertenecen al pueblo elegido, de lo contrario, el anuncio quedaba reducido a una minoría (E. Käsemann).
PD. Eb su reciente visita a Chipre Benedicto XVI ha declarado que la ocupación israelí de los Territorios Palestinos es "una injusticia política impuesta a los palestinos".
No hay comentarios:
Publicar un comentario