Durante un culto de arrepentimiento el pasado 22 de julio, el Concilio de la Federación Luterana Mundial votó unánimemente a favor del pedido formal de perdón, que expresa "profundo remordimiento y dolor" por las persecuciones del pasado, y solicita el perdón tanto de Dios como de la familia anabaptista.
En un prólogo de un reciente número de Lutheran World Information, su presidente Mark S. Hanson dijo que el arrepentimiento de la iglesia es parte del "ministerio de reconciliación" al que son llamados los cristianos como "embajadores de Cristo".
Los anabaptistas, cuyo nombre significa "bautizar otra vez", siempre han defendido el bautismo por inmersión como expresión pública de fe y admisión a la comunidad de los creyentes, que se diferencia radicalmente de la práctica común de la época, que abogaba por el bautismo infantil.
Los anabaptistas también fueron defensores tempranos de la separación entre la Iglesia y el Estado, la libertad religiosa y la justificación por fe. Ante la persecución tanto de protestantes como de católicos en el siglo XVI, muchos buscaron refugio en Norteamérica.
El culto de arrepentimiento, llevado a cabo en Stuttgart, Alemania, se produjo después de tres décadas de conversaciones con grupos menonitas.
Durante la década de 1990, los luteranos también iniciaron un diálogo con la Iglesia Adventista, por el cual ambas denominaciones buscaron reconocer la herencia común de la Reforma y alcanzar un mejor entendimiento y respeto por sus diferencias doctrinales.
John Graz, director de Relaciones Públicas y Libertad Religiosa de la Iglesia Adventista mundial, felicitó a los luteranos por el "valor" de pedir perdón.
"Como adventistas, también tenemos nuestras raíces en el movimiento anabaptista, y apreciamos mucho vuestra honestidad y sinceridad", dijo Graz ante el concilio de unos seiscientos integrantes, responsable de las decisiones administrativas de la Federación Luterana Mundial.
Elizabeth Lechleitner
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