El pasado 14 de febrero ocurrió la que ya se conoce como la «tormenta de San Valentín», una potente erupción solar que apuntaba directamente a la Tierra. La NASA detectó una llamarada masiva de clase X, la más potente que es capaz de emitir el Sol y la mayor detectada en cuatro años. El fenómeno se dejó sentir en nuestro planeta en forma de espectaculares auroras boreales en el norte y algunos fallos en redes chinas de satélites, pero, afortunadamente, poco más. Los científicos advirtieron de que se producirían más tormentas semejantes y no se equivocaron. El día 24 otra llamarada fue grabada por los instrumentos de una sonda de la NASA y ayer martes, según informa Spaceweather.com, el Sol envió otro de sus peligrosos saludos. Una corriente de viento solar alcanzó el campo de magnético provocando la aparición de auroras en Irlanda del Norte, Letonia, Noruega y Suecia.
Aunque todavía está por confirmar, la llamarada solar que ha provocado el nuevo impacto puede ser clasificada de clase M, no tan alta como la de San Valetín pero sí la segunda más potente, lo suficiente como para provocar una tormenta geomagnética que se haga notar en los cielos de nuestro planeta. Posiblemente llegarán muchas más como ésta -se espera que en los próximos meses se produzcan por lo menos 1.700 tormentas geomagnéticas-, debido a que el Sol ha comenzado un ciclo de actividad que puede ser peligroso. En las últimas semanas, grandes manchas solares han aparecido y desaparecido de la superficie de nuestra estrellas.
Efectos catastróficos
El Sol alterna períodos de calma con otros de gran violencia en ciclos que duran once años. El último mínimo, del que acabamos de salir, ha sido mucho más largo y tranquilo de lo que es habitual. Ahora las cosas han cambiado.
Los científicos se preparan para una gran tormenta solar de dimensiones catastróficas. Si una llamarada solar es lo suficientemente fuerte puede dar lugar a una eyección de masa coronal, una densa nube de plasma a millones de grados de temperatura que puede tardar en llegar a la Tierra entre 18 horas y tres días. Incluso puede dañar nuestras centrales energéticas y provocar cortes en el suministro. Por este motivo, los científicos se esfuerzan en vigilar, muy de cerca, la actividad del Sol.
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Muestras recientes
Todo esto viene de una muestra del Sol que se tomó la semana pasada. Se captó la mayor erupción solar en 5 años, que envió un torrente de plasma en dirección a la Tierra a 580 kilómetros por segundo. Esta tormenta creó unas auroras que interrumpieron las comunicaciones por radio.
El profesor Sir John Beddington, consejero científico jefe del gobierno, avisa que “el tema del clima espacial tiene que ser tomado en serio. Hemos tenido un período relativamente tranquilo en lo que se refiere al tema, pero no podemos esperar que este estado de calma continúe”.
“Al mismo tiempo, durante este período se ha incrementado la vulnerabilidad de nuestros sistemas de un modo espectacular” afirma Beddington, y advierte que “la situación ha cambiado. Tenemos que estar atentos por si es necesario dar una alerta”.
Las tormentas solares
Son causadas por explosiones masivas en el sol. Éstas liberan ondas de rayos X y radiación ultravioleta, que chocan contra la Tierra en cuestión de minutos, interrumpiendo las señales de radio y dañando los componentes electrónicos de los satélites.
A estas ondas le siguen de 10 a 20 minutos más tarde una ráfaga de partículas energéticas que causan todavía más estragos. Y de 15 a 30 horas más tarde el plasma sobrealimentado choca con el campo magnético de la Tierra y crea la aurora.
Para Jane Lubchenco, jefe de la Administración Oceánica y Atmosférica de los EE.UU., “la principal incógnita es saber cuando” se va a producir este fenómeno y “cómo será de grande”.
El sol pasa por un ciclo de 11 años de promedio, aproximadamente, en sus actividades regulares. Los últimos fenómenos solares máximos datan de 2001, y su último mínimo fue particularmente débil y de larga duración.
Las tormentas solares no son nuevas. El primer fenómeno importante fue grabado por el astrónomo británico Richard Carrington en 1859. En 1972, una enorme llamarada solar cortó la comunicación telefónica en parte del Estado de Illinois, según informó la NASA, que también habla de un caso similar en 1989, que “provocó tormentas geomagnéticas que interrumpieron la transmisión de energía eléctrica y causó apagones en toda la provincia canadiense de Quebec”.
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