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miércoles, 8 de julio de 2009

"Caritas In Veritate". Nueva encíclica del papa Benedicto XVI

Desarrollo humano integral. Términos inseparables en la nueva Encíclica

Desarrollo humano integral. Tres palabras inseparables en la nueva Encíclica de Benedicto XVI. El desarrollo tiene necesidad de la verdad. Sin ella, “la acción social cae en el dominio de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores de la sociedad”. Es una clave de la Introducción del nuevo documento pontificio, recién presentado a la prensa internacional.

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DOCUMENTO COMPLETO

  • Nueva Encíclica de Benedicto VI, "Caritates in Veritate"PDF (0.45 Mb)

    Marta Lago (Roma) - 07-07-09

    'Caritas in veritate': tercera Encíclica de Benedicto XVI

  • En un esfuerzo de síntesis, apuntemos también de la Introducción, siguiendo siempre al Papa, que “la verdad es la luz que da sentido y valor a la caridad”, y que esta luz “es simultáneamente la de la razón y de la fe, por medio de la cual la inteligencia llega a la verdad, natural y sobrenatural de la caridad, percibiendo su significado de entrega, acogida y comunión”. “Sólo con la luz de la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador”.

    El auténtico desarrollo proviene “de compartir bienes y recursos”, cosa que “no se asegura sólo con el progreso técnico y con meras relaciones de convivencia, sino con la fuerza del amor” “que abre la conciencia del ser humano a relaciones recíprocas de libertad y de responsabilidad”.

    El Papa se detiene en dos criterios “orientadores de la acción moral” que se derivan del principio “caridad en la verdad” –título de la Encíclica-: la justicia y el bien común. Advierte que en una sociedad en vías de globalización, “el bien común y el esfuerzo por él han de abarcar necesariamente a toda la familia humana, es decir, a la comunidad de los pueblos y naciones”.

    Ni tiene soluciones técnicas ni pretende ofrecerlas. Pero la Iglesia –como hace con esta Encíclica- tiene “una misión de verdad que cumplir” para “una sociedad a medida del hombre, de su dignidad, de su vocación”.

    El Mensaje de la Populorum Progressio de Pablo VI ocupa el Capítulo I. Herencia que recoge Benedicto XVI alertando de que sin Dios, el desarrollo es negado, “deshumanizado”. El desarrollo es vocación ya que “nace de una llamada trascendente”, y es en verdad “integral” cuando está dirigido a la “promoción de cada hombre y de todo el hombre”. De ahí, entre otras consecuencias, que el subdesarrollo no tenga sus causas primarias en cuestiones materiales, sino “en la falta de fraternidad entre los hombres y los pueblos”.

    El Desarrollo humano en nuestro tiempo se analiza en el Capítulo II. Por un lado, el objetivo del beneficio, “sin el bien común como fin último, amenaza con destruir la riqueza y crear la pobreza”. Entre las distorsiones del desarrollo se cita la actividad financiera especulativa, los flujos migratorios provocados y mal gestionados, además del uso no regulado de los recursos de la tierra. Mirada directa a la crisis actual que, advierte el Papa, “nos obliga a reproyectar nuestro camino”. Y es que “crece la riqueza mundial en términos absolutos, pero aumentan las disparidades” y aparecen nuevas pobrezas, también dentro de los países ricos; la corrupción es un flagelo presente en países ricos y pobres; grandes empresas transnacionales omiten los derechos de los trabajadores; las ayudas financieras se alejan de su fin por irresponsabilidad “de donantes y beneficiarios”; hay exceso de proteccionismo con la rigidez de la propiedad intelectual –por parte de los países ricos-, especialmente en el campo sanitario; la deslocalización de la producción reduce las redes de seguridad social. Un panorama que reclama no sólo mayor participación de la sociedad civil en la política nacional e internacional, sino la prioridad, para los gobernantes, de que “el primer capital a salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad”. Derechos indisolublemente ligados al desarrollo son el derecho a la vida y a la libertad religiosa.

    El siguiente paso, en el Capítulo III, es “Fraternidad, Desarrollo económico y sociedad civil”. El desarrollo –dice el Papa-, “si quiere ser auténticamente humano”, debe dar espacio al “principio de gratuidad”, cosa que vale de manera particular para el mercado. Éste, “sin formas internas” de solidaridad y de confianza recíproca, “no puede cumplir plenamente su función económica”: ni puede contar sólo consigo mismo ni puede convertirse el lugar del atropello del fuerte sobre el débil. En cambio, la lógica mercantil debe “conducir a la consecución del bien común del que debe hacerse cargo también, y sobre todo, la comunidad política”. Transparencia, honestidad y responsabilidad son principios de la ética social que, como muestra la actual crisis, “no deben descuidarse”. Igualmente la empresa necesita cambios profundos en su planteamiento. Su gestión “no puede tener en cuenta sólo los intereses de los propietarios”, de los “accionistas” o emplear especulativamente sus recursos.

    Desarrollo de los pueblos, derechos y deberes, ambiente. Es el enunciado del Capítulo IV, donde se alerta de la percepción de una “reivindicación del derecho a lo superfluo” en las sociedades opulentas, mientras falta alimento y agua en las subdesarrolladas. “Los derechos individuales desvinculados de un marco de deberes”, “enloquecen”. Unos y otros remiten a un marco ético. Gobierno y organismos internacionales no pueden olvidar “la objetividad y la indisponibilidad de los derechos”. Al respecto, el Papa profundiza en la cuestión del crecimiento demográfico: “es incorrecto” “considerar el aumento de la población como una causa primaria del subdesarrollo”. Ni la sexualidad es un mero hecho “lúdico y hedonístico” ni se puede regular con políticas materialistas “de forzada planificación de los nacimientos”. Al contrario: “la apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza social y económica” que los Estados deben promover, con su apoyo a la centralidad de la familia.

    “Ética amiga de la persona”: de ello tiene verdadera necesidad la economía. La misma centralidad de la persona, siguiendo al Santo Padre, debe ser la directriz “en las intervenciones para el desarrollo” de la cooperación internacional, que deben siempre involucrar a os beneficiarios. No duda en plantear a los organismos internacionales la real eficacia de sus aparatos burocráticos, “con frecuencia muy costosos”. A veces resulta que “los pobres sirven para mantener con vida dispendiosa organizaciones burocráticas”, de donde se desprende la necesaria transparencia absoluta en cuanto a los fondos recibidos. Entre los puntos dedicados al ambiente, el Papa alerta del acaparamiento de los recursos por parte de Etados y grupos de poder, cosa que desemboca en “un grave impedimento para el desarrollo de los países pobres”. Además señala que “las sociedades tecnológicamente avanzadas pueden y deben disminuir la propia necesidad energética”, mientras debe “avanzar la investigación sobre energías alternativas”.

    El Capítulo V se dedica a la Colaboración de la Familia humana, pues de ello depende especialmente el desarrollo de los pueblos. El respeto del principio de subsidiariedad “es el antídoto más eficaz” contra “toda forma de asistencialismo paternalista”. El reconocimiento de ser una sola familia lleva al pontífice a indicar la necesidad de destinar mayores cuotas del Producto Interior Bruto para el desarrollo, a denunciar el fenómeno perverso del turismo sexual, a clamar por el respeto de los derechos de los emigrantes, a advertir de que el trabajador no es una mercancía. Finalmente señala “la urgencia de la reforma” de la ONU y “de la arquitectura económica y financiera internacional”: de manera coherente con “los principios de subsidiariedad y solidaridad”.

    Desarrollo de los pueblos y la técnica es la última gran llamada de atención, en el Capítulo VI, dado que “la humanidad cree poderse recrear valiéndose de los ‘prodigios’ de la tecnología”. Tenida como un absoluto, campo primario de choque ético es la bioética. Casos de ello es la investigación con embriones, la clonación, alarmas del Papa sumadas al temor de “una sistemática planificación eugenésica de los nacimientos”. En conjunto, el “desarrollo debe comprender un crecimiento espiritual más allá que el material”, con un “corazón nuevo” para “superar la visión materialista de los acontecimientos humanos”.

    “La fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es un humanismo cristiano, que vivifique la caridad y que se deje guiar por la verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de Dios”, apunta en su Conclusión. En cambio, “la cerrazón ideológica Dios y el indiferentismo ateo, que olvida al Creador y corre el peligro de olvidar también los valores humanos, se presentan hoy como uno de los mayores obstáculos para el desarrollo”. [Cope.es_Marta Lago]

1 comentario:

Fabiola Piñeros Vargas dijo...

Aquí el papa habla sobre la crisis mundial e invita al G8 a valorar la ética moral, creo que vamos por el camino correcto la palabra de Dios no se equivoca.

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