Uno de los ejemplos más sobresalientes de cómo el paganismo babilónico ha continuado hasta nuestros días, puede verse en la forma en que la Iglesia Católica Romana inventó el culto a María, para reemplazar el antiguo culto a la diosa –madre de Babilonia. Como dijimos en el capitulo anterior, después de la muerte de Nimrod, su adúltera esposa dio a luz a un hijo del que afirmó había sido concebido sobrenaturalmente. Proclamó que éste era un dios-hijo; que era Nimrod mismo, su líder, que había renacido y que tanto ella como su hijo eran divinos.[1] Esta historia era ampliamente conocida en la antigua Babilonia y se desarrolló en un culto bien establecido, el culto de la madre y el hijo. Numerosos monumentos de Babilonia muestran la diosa madre Semiramis con su hijo Tammuz en sus brazos (véase ilustración).[2]Ahora, cuando el pueblo de Babilonia se disperso en las varias áreas de la tierra, llevaron consigo el culto a la divina madre y al dios-hijo. Esto explica por qué todas las naciones en tiempos pasados adoraban a la divina madre y a su hijo de una u otra forma, aún siglos antes de que el verdadero Salvador, nuestro Señor Jesucristo naciera en este mundo. En los diversos países donde se extendió este culto, la madre y el hijo eran llamados de diferentes nombres debido a la división de los lenguajes en Babel, pero la historia básica seguía siendo la misma.
Entre los chinos, se llamaba a la diosa madre Shingmoo (Santa madre), y se representa con un niño en los brazos y rayos de gloria alrededor de su cabeza.[3] Los germanos veneraban a la virgen Hertha con un niño en los brazos. Los escandinavos la llaman Disa y también la presentaban con el niño en brazos. Los etruscos la llamaban Nutria; en India, la Indrani, que también era representada con un niño en los brazos, y también, entre los druidas, adoraban a la Virgo Paritura como a la madre de dios.[4]
La madre babilónica era conocida como Afrodita o Ceres, por los griegos; Nana, por los sumerios, y como Venus o Fortuna por sus devotos en los viejos días de Roma; su hijo era conocido como Júpiter.[5] La ilustración muestra a la madre y al hijo como Devaki y Crishna (Krishna).
Por algún tiempo, Isi, la gran diosa y su hijo Iswara, han sido venerados en la India, donde se han erigido grandes templos para su culto.[6] En Asia la madre era conocida como Cibeles, y su hijo Deoius. «Pero no tomando en cuenta su nombre o lugar –dice un escritor–. Era la esposa de Baal, la reina-virgen del cielo quien dio fruto sin haber concebido» [7].
Cuando los hijos de Israel cayeron en apostasía, ellos también se descarriaron con este culto de la diosa-madre. Como podemos leer en el libro de Jueces 2: 13, «Y dejaron a Jehová y adoraron a Baal y a Astaroth». Astaroth era el nombre bajo el cual la diosa era conocida por los hijos de Israel. Da vergüenza el pensar que aun aunque aquellos que conocían al Dios verdadero, se alejaban de él y adoraban a la madre pagana, pero eso es exactamente lo que hicieron.[8] Uno de los títulos bajo el cual era la diosa conocida por los israelitas, era el de reina del cielo, como leemos en Jeremías 44: 17-19. El profeta Jeremías los reprendió por venerarla, pero ellos se revelaron a pesar de su advertencia, y fue así como trajeron sobre sí mismo una plena destrucción por la mano de Dios.
En Efeso, la gran madre era conocida como Diana; el templo dedicado a ella en esa ciudad era una de las Siete Maravillas del Viejo Mundo. Y no solamente en Efeso, sino también a través de Asia y del mundo entero era venerada la divina madre (Hechos 19: 27).
En Egipto, la madre babilónica era conocida como Isis, y su hijo como Horus. Nada es más común, en los monumentos religiosos de Egipto, que el infanta Horus sentado en el regazo de su madre (véase ilustración).El culto a la madre y al hijo era conocido en tiempos pasados, pues en 1747 se encontró un monumento religioso en Oxford, de origen pagano el cual exhibe a una mujer alimentando a un infante. «Así vemos –dice un historiador– que la virgen y el hijo eran venerados en tiempos anteriores desde China hasta Bretaña... y aún en México la madre y el hijo eran venerados».[9]
Este culto falso se esparció desde Babilonia a varias naciones, con diferentes nombres y formas; finalmente, se estableció en Roma y a través del Imperio Romano. Dice un notable escritor de esta época: «El culto a la grandiosa madre... era muy popular en el Imperio Romano. Existen inscripciones que prueban que los dos (madre e hijo) recibían honores divinos, no solamente en Italia –especialmente en Roma– sino también en las provincias, particularmente en África, España, Portugal, Francia Alemania y Bulgaria».[10]
Bibliografía:
[1] Two Babylons (Las dos Babilonis), pág. 21.
[2] Enciclopedia de religiones, vol. 2., pág. 393.
[3] Las religiones paganas (The Heathen Religión), pág. 60.
[4] Mitos Bíblicos (Bible Myths), pág. 334.
[5] Las dos Babilonias, pág. 20.
[6] Ibid., pág. 20.
[7] Extrañas sectas y cultos curiosos, pág. 12.
[8] Jueces 10: 6; 1 Sam. 7: 3-4, 12, 10; 1 Reyes 11: 5; 2 Reyes 23: 13.
[9] Mitos bíblicos, pág. 334.
[10] The Golden Bough, vol. 1, pág. 356.
Recomendamos:
02-Culto a la madre e hijo (1/3).
02-Culto a la madre e hijo (2/3).
02-Culto a la madre e hijo (3/3).

Después de la muerte de Nimrod, su esposa, la reina Semiramis, lo proclamó como el dios-Solar. Más tarde, cuando esta mujer adúltera e idolatra dio a luz a un hijo ilegítimo, proclamó que su hijo, Tammuz de nombre, no era más que el mismo Nimrod renacido. Ahora, la reina-madre de Tammuz, sin duda que había escuchado la profecía de la venida del Mesías, que nacería de una mujer, pues esta verdad era muy conocida desde el principio (ver 
La bestia aquí mencionada está descrita antes en
El profeta vio “otra bestia que subía de la tierra, y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero” (Apoc. 13: 11). Mientras que la bestia anterior salió del mar de las «naciones y lenguas» (
El “hablar” de esta nación, viene a ser la acción de sus autoridades legislativas y jurídicas. Mediante tal acción, serán mentira esos principios de libertad y paz, que han publicado como fundamento de su política. La predicción de que hablará «como dragón» y ejercerá «toda autoridad de la primera bestia», predice claramente el desarrollo de un espíritu de intolerancia y persecución (
Cuando la iglesia primitiva se corrompió al alejarse de la sencillez del evangelio y aceptó ritos y costumbres paganas, perdió el Espíritu y el Poder de Dios. Para poder controlar las conciencias de las personas, buscó el apoyo del poder pecular. El resultado fue el papado, una iglesia que controló el poder del estado y lo empleó para sus propios fines, especialmente para el castigo de las supuestas herejías.
La bestia con los dos cuernos (EEUU) «hacía que a todos les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre» (Apoc. 13: 16-17). «El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es 666» (Apoc. 13: 18).

En
Esta copa sensacional que ofrece al mundo representa las falsas enseñanzas, tales como: la misa, la inmortalidad del alma, el fuego eterno del infierno, la adoración de la virgen María y la santificación del domingo. Ella ofrece éstas y otras enseñanzas al mundo y a las iglesias, con su destructiva influencia.
El primer mensaje angelical nos anima a considerar que el juicio está sucediendo ahora en el cielo, ya que el tiempo presente, nombrado después de 1798 y antes del retorno de Cristo, coincide con el cual el “juicio está sucediendo”.
Además la humanidad está llamada a adorar a Dios, el creador del cielo y de la tierra. Sin embargo, a pesar de este llamado, muchas personas creen en la teoría, hasta ahora no comprobada, de la evolución. Dios hace conocer al hombre que la belleza, el orden y las maravillosas leyes de la naturaleza fueron creados por El y no se desarrollaron por accidente (vea Romanos 1:20-21). El recuerda al hombre que El es el dador de todos los bienes y que El merece nuestro amor y nuestra adoración significan guardar su ley (Los diez mandamientos registrados en Éxodo 20:1-17). «Pues este es el amor a Dios, que guardamos sus mandamientos» y «El que aparta su oído para no oir la Ley, Su oración también es abominable» (1 Juan 5: 3; Proverbios 28: 9). Uno de estos mandamientos señala directamente a Dios como el Creador. El cuarto mandamiento declara: «Acuérdate del sábado para santificarlo... Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo y lo santificó» (Éxodo 20: 8-11).
El cuarto mandamiento es el único de entre los diez, que nos da el nombre, título y territorio del dador de la ley, y por el cual la autoridad de la ley fue dada. De este modo contiene el “sello de Dios”. El sábado no fue dado solamente al pueblo judío, sino que es una institución de la creación Génesis 2:1-3). Este día es dado a los hombres para recordar una y otra vez, con agradecimiento y reverencia a su Creador. «Acuérdate del sábado para santificarlo». La observancia del sábado es una señal de lealtad hacia el Dios verdadero. «Y les dí también mis días de sábado, para que fuesen por señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy Jehová que los santificó» (Ezequiel 20: 12, 20; Isaías 56: 2, Éxodo 31: 13-17).
«En medio del cielo vi volar otro ángel que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los habitantes de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo. Decía a gran voz: "¡Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado. Adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas!".