Así se presenta actualmente la información nutricional de los productos alimenticios en Estados Unidos./ AFP |
Washington acaba de negarse a etiquetar los alimentos manipulados genéticamente, mientras el movimiento social parece crecer alrededor de la idea de la transparencia.
“Es cierto que nuevamente han ganado otra batalla, mas no la guerra. No se dejen engañar, esto no se trata de etiquetar los productos modificados genéticamente, este movimiento lucha por devolverle a la gente la confianza en lo que come. Tenemos el derecho a saber qué es lo que hay en nuestros alimentos, lo que comen nuestros hijos”, dijo visiblemente desilusionado David Bronner, activista y presidente de Dr. Bronner’s Magic Soaps, luego de conocer el resultado de las votaciones de esta semana en Washington.
Con un 55% por el No, la iniciativa 522, la cual pretendía convertir a Washington en el primer estado de la Unión en etiquetar los alimentos modificados genéticamente, conocidos en Estados Unidos como GMO, sucumbió. Algo que parecía imposible luego de que dos semanas atrás las encuestas daban un victoria rotunda al Sí.
“Es el poder del dinero. Monsanto y otros gigantes de la agroindustria en este país volcaron nuevamente millones de dólares a última hora. Veintidós millones en total para una masiva y fuerte campaña publicitaria por radio y televisión diciendo que de aprobarse esta medida se dispararían los precios de sus alimentos. Esto logró espantar a los votantes evitando nuestra victoria, la cual, una vez más, parecía toda una realidad”, añade Brooner.
Esta vez fueron US$5 millones los que dio Monsanto; 2,4 Pepsi; 1,5 Coca-Cola; 1,5 Nestlé, entre otros miembros del Grocery Manufacturers of América, coalición de la industria alimenticia que ha invertido en los últimos tres años más de US$50 millones en contener este tipo de iniciativas, que se replican cada vez más en todo el país. Al día de hoy son veinticuatro los estados, casi el 50% de la Unión, los que buscan regular este tipo de alimentos.
Sabemos que en la actualidad, alimentos como el maíz y la soya, materia prima para centenares de productos, entre muchos otros, han sido modificados genéticamente, logrando una producción mayor, en menor tiempo y sin la necesidad de tantos pesticidas. Avances que han reducido a fin de cuentas el precio para el consumidor. Casos como el del arroz, al que las modificaciones genéticas le han logrado añadir nutrientes extras, o el tabaco, el cual están modificando para convertirlo en un biocombustible de alto rendimiento, se replican hoy en día a lo largo y ancho de la cadena alimenticia. El problema, concuerdan muchos, es que se desconoce con certeza qué tan seguros son este tipo de alimentos para la salud humana, razón por la cual es vital permitir que la gente conozca esta información a la hora de comprar sus alimentos.
A pesar de que durante las últimas dos décadas los GMO han sido considerados por la Food and Drug Administration (FDA) en Estados Unidos, al igual que por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), como alimentos seguros, las preguntas acerca de sus efectos sobre la salud humana siguen en aumento. Ello gracias a los nuevos estudios que revelan algunos efectos nocivos, así como al claro interés de la agroindustria por mantener a los GMO fuera de cualquier tipo de control o regulación.
Mucho se habla de estudios como aquel proveniente de Francia y publicado en el Journal of Hematology & Thromboembolic Diseases, el cual encontró que el maíz modificado genéticamente, actualmente parte de la mayoría de la cadena alimenticia a nivel mundial, tiene propiedades cancerígenas como resultado de las toxinas y los pesticidas biológicos que hacen parte de él. Al igual que el que realizó en 2010 la Academia Americana de Medicina Medioambiental, que reveló graves alteraciones en animales alimentados con GMO. Cambios hormonales, infertilidad, problemas inmunológicos, envejecimiento, deficiencia hepática, entre otros.
Si bien los estudios no son concluyentes, la gente del país, así como lo demuestran las encuestas, está a favor de etiquetar dichos alimentos. Según el último sondeo del New York Times, el 93% de los votantes en Estados Unidos está a favor de esta iniciativa. La cual, justo como ocurrió esta semana en Washington, fue derrotada en 29 ocasiones durante los últimos tres años en todo el país.
Tan solo Connecticut y Maine han logrado aprobar la legislación que obliga a marcar los alimentos modificados genéticamente en sus empaques. Sin embargo, estas leyes, aprobadas luego de encarnizadas contiendas políticas, sólo entrarán en vigencia hasta que otros cuatros estados, incluyendo uno fronterizo, aprueben la misma clase de legislación. Por su parte, Vermont espera votación en el Senado estatal luego de que la medida fuera aprobada en su Cámara baja. De ser aprobada sólo entraría en vigencia en dos años.
“No importan los resultados, estamos avanzando, creciendo en este movimiento nacional por recobrar esa transparencia de la industria alimenticia. Resulta increíble ver como el mundo entero camina hacia el control y regulación de estos alimentos, mientras que en Estados Unidos, uno de los mayores productores del planeta, no se logran avances significativos”, explicó Delana Jones, directora de la campaña por el Sí.
Entretanto, Food Democracy Now, organización que lucha por la seguridad alimenticia en Estados Unidos, planea con distintas organizaciones a nivel mundial otra multitudinaria marcha en los cinco continentes en contra de Monsanto y sus aliados. La fecha será a inicios de 2014, época en que media docena de estados en Estados Unidos planean llevar a las urnas esta misma clase de iniciativa. “Muchos esperan que este sea el inicio de una vez por todas del efecto dominó que logre acercar a la gente a conocer lo que realmente se lleva a la boca” concluye Jones.
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